(foto de jovenesxchile.cl) |
Si comparamos esta situación con una empresa tradicional, en que los contratos de trabajo son comparativamente más paternalistas o proteccionistas y menos transparentes al no existir precios de trasferencia, nos daríamos cuenta que el esquema tradicional no podría competir ni sobrevivir por ser comparativamente más protector de la mediocridad y la ineficiencia.
En este nuevo escenario no existiría el concepto de jerarquía o supervisión directa, sino una red de transacciones entre iguales y libres. Dadas las ventajas de la tecnología actual sería posible que este fuera el reino de las pymes tipo boutique, de alta tecnología y de pocas personas, en cuanto la tecnología expande la capacidad de coordinación y hacen innecesario que las personas para colaborar sean parte de una organización centralizada a la antigua, abriendo paso a unidades especializadas y auto gobernadas superiores en eficiencia y calidad.
Los efectos en la cultura de las personas serían notorios. Seriamos un país en que el cumplimiento de compromisos sería ineludible, en que los valores de la verdad y la transparencia premiarían a los mejores, fomentando así la meritocracia y la igualdad de oportunidades.
(foto de surmagico.cl) |
En la actualidad me toca observar como las empresas tradicionales están siendo superadas por las exigencias del día a día, ya que al no ser aptas para administrar la creciente complejidad y necesidad de adaptación, están siendo cada día menos capaces de administrar adecuadamente sus negocios. A modo de ejemplo, ayer un experto me decía que los gerentes de las compañías de seguro dedican un 60% de su tiempo a adecuarse a las exigencias normativas de IFRS, lo que les impide administrar bien los procesos centrales de sus negocios, disminuyendo su capacidad de gestión y de evolución.
La pregunta es porqué estos cambios avanzan tan lentamente, si ya están instalados los elementos gatilladores del cambio. Posiblemente sea porque el país ha crecido tres veces en siete años, al triplicar su PIB entre los años 2003 y 2010. Esta violenta expansión nos ha impedido evolucionar y hemos crecido con modelos de negocio obsoletos con un bajo nivel de competencia, lo que ha protegido la mediocridad y la solapada ineficiencia. Así por ejemplo, la educación superior duplicó sus alumnos en 5 años, pasando de 480 mil alumnos a un millón. En esta vorágine de crecimiento hemos tenido menos competencia, la demanda ha crecido tanto que les ha ido bien incluso a los menos capaces, concentrándonos en el volumen, disminuyendo nuestra capacidad de evolucionar en eficiencia y calidad. Pero ello no será siempre así, cuando el crecimiento sea sólo normal, la competencia tenderá a aumentar, será entonces el momento de la calidad y la eficiencia, dicha competencia modificará nuestros modelos de empresa y nuestra cultura.
Cuando ello ocurra nuestra cultura evolucionará en forma potente hacia la autonomía, la transparencia, el cumplimiento de compromisos, la verdad, el valor de la palabra y la referida meritocracia. Aumentará como consecuencia el incentivo social a desarrollar nuestros talentos, desencadenando así toda la capacidad de nuestra población. También a raíz de los cambios culturales debería aumentar la confianza entre las personas, mejorando entonces nuestra actual situación en que, según el informe social de la OCDE del 2011, sólo 13% de los chilenos expresa alta confianza en sus conciudadanos, un porcentaje muy por debajo del promedio de la OCDE de un 59%.
Nota: Estas reflexiones son parte del trabajo de la Comisión de Gestión de Estrategias de Diferenciación del Proyecto País. Si le interesa participar contáctame por aquí.
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